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El investigador (microrelato)

Eran las once de la noche y estábamos a punto de cerrar la oficina. No había entrado nadie en todo el día, así que llevaba dos semanas sin recibir ningún nuevo caso. Mi secretaria estaba buscando otro empleo porque se veía venir lo que estaba a punto de pasar. La llamé a mi despacho y le dije que a partir de mañana ya no necesitaría sus servicios, saque los pocos billetes que me quedaban y le prometí que en cuanto pudiera le pagaría el resto de lo que le debía.

Me dijo que no me preocupara, que seguro que pronto cambiaría la situación.

Ojalá – Pensé mientras ella se alejaba desolada y el sonido de sus tacones sobre el piso de hule se iba haciendo cada vez menos perceptible.

¿Acaso ya no hay maridos infieles, ya no existen empresarios que quieren saber si sus empleados están vendiendo secretos a la competencia? Esto es la ruina.